Entre las colinas y los valles de la consciencia
como un fruto raro de olor fuerte
aparece un pensamiento eclipsando al paisaje
Seductor infinito, protector de tus esencias,
tapas cruel, inconsciente, las fuentes de tu existencia
Ora la emoción, ora el deseo
revistes con palabras todos los actos divinos
como si fueras incapaz de no sentir pudor ante ellos
y, temeroso, hubieras de cubrirlos con tu manto
En tardes claras de luz pastel una sospecha te invade:
la de tu frágil existencia. Y no huyendo de la misma
como tantas veces sucediera,
dejas pasar al resto de la hermandad, que se manifiesta...
Y allí, en el festín del asombro ya mudo
Encuentras gran vitalidad que te renueva
Y ya te pones de rodillas, y ya imploras gran clemencia
Y a partir de entonces cantas ya sólo poemas